Fundamentos filosófico-políticos para el Renacimiento Nacional
- Secretaría de Doctrina JNP
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Actualizado: hace 5 días

Todo proceso de regeneramiento de las fuerzas vitales de la Nación, implica necesariamente el advenimiento de la formulación y puesta en práctica, en ese nacionalismo de lo cotidiano, de principios metafísico políticos que dan contenido y son el sustrato medular de todo proceso palingenésico, es decir, de revitalización de la comunidad nacional para una obra de potenciamiento emergente con amplio sentido civilizatorio. A nuestro parecer, este conjunto de principios serian cinco en particular, sin pretender ser por ello taxativos de otros que pudieran formularse en adelante [o inferirse de la praxis social e histórica], pero al menos podemos decir que son el mínimo fundamental de todo proceso de renacimiento nacional. Con las diferencias claras de tiempo, espacio y forma en que estos principios se expresaron en la historia del Perú [Tawantinsuyo, Virreinato y República], y a manera de ilustración, señalaremos que p.ej. el Tawantinsuyo como sistema imperial andino, tuvo una ontología, una ideología, una axiología, una ética y una estética, no en el sentido moderno de los conceptos claro está, pero si en un sentido tradicional y por ende teológico político, y la figura que encarnó todo este proceso fue Pachacutec como el gran transformador. Mientras que en el Virreinato peruano lo fuera Francisco Álvarez de Toledo, quinto virrey y supremo organizador del Reino del Perú. Estas experiencias serán lo que dara base a lo que Flores Galindo (1994) llamará luego la busqueda de la utopía andina, la busqueda de un supremo gobernante, de un Inca o Virrey [ya que se recordará que fue un grueso de la población indigena la última en resistir a la República en la figura de Jose Antonio Navala Huachaca], que dirija un proceso de cambios estructurales rumbo a una edad dorada civilizacional. En la República hemos tenido candidatos a esta idea de buscando un Inca, pero no terminaron de cuajar por las intrigas políticas [en el caso de Sanchéz Cerro], y el deterioro de sus proyectos palingenésicos por errores de conducción política o económica [como en el caso de Odria y Velasco, respectivamente]. La República aún busca su Cesar democrático [bien encarnado en un hombre o bien en un gran movimiento nacional], al gran restaurador de los valores y la moral política. El fenómeno de los hiperpresidencialismos tiene mucho de ello. Sin perjuicio de lo mencionado, todo proceso de tal envergadura, de regeneramiento nacional, así como antes [y como ha sido característico también en los movimientos palingénesicos de la modernidad que fundan o refundar estados nacionales], se sustenta en un correlato eidético, que da sustento a la acción política en los hechos, en lo concreto y que a nuestro parecer se podría resumir de la siguiente manera:
1. Principio ontológico nacional: toda nación tiene un Ser genuino, y toda la dinámica del desarrollo nacional debe estar destinada al engrandecimiento legítimo de este ser genuino. Por ello, la intención del pueblo de permanecer fiel al ser genuino de la nación, es decir, a su personalidad nacional, a lo que constituye su diferenciación y su particularidad respecto de las otras naciones, es la base de toda dignidad nacional y de todo nacionalismo. Lo mencionado puede coadyuvar a diferenciar entre un remedo de nacionalismo, una caricatura atrofiada, desfigurada y falsa, y el establecimiento de una auténtica prédica palingenésica, pregnante de significado reivindicativo y de espíritu nacionalista.
2. Principio ideológico nacional: la ideología debe estar al servicio del interés nacional para ser conciencia verdadera de la realidad social, política y económica que pretende mejorar. Las ideologías sociopolíticas cuando se manifiestan como conciencia verdadera, sirven por ello a su propósito de cuestionar un poder establecido que no encausa la voluntad popular o que empaña la realidad política de las cosas. Asimismo, cuando una ideología es conciencia verdadera de la realidad que representa, contribuye con su crítica y sus propuestas a la mejora del sistema político, y es la expresión de una identidad política coherente, y por ello su función social reside en dar un direccionamiento, una línea de acción a las políticas de gobierno, sin las cuáles no puede haber una visión de Estado de alto impacto geopolítico y menos de Nación.
3. Principio axiológico nacional: las tareas de rejuvenecimiento de la nacionalidad solo pueden comenzar con un cambio de mentalidad que, a su vez, siempre da inicio en el terreno de la cultura y de las ideas, con la formación de conciencia cívico-patriótica, en el estudio y la investigación. Una revolución de las conciencias, es la base de todo renacimiento nacional, porque sin nuevos valores, ninguna nación ha llegado a ser grande sino por y a través del redescubrir sus fuerzas vitales internas que residen en sus virtudes cívicas. En lo popular, en lo autóctono, en lo vernáculo de los pueblos está el germen de su renacer. Y para renacer, una parte de nosotros debe morir simbólicamente, y eso que debe morir es la tricotomía axiológica de la modernidad, porque la libertad al final se tornó en libertinaje, la igualdad devino en igualitarismo y la fraternidad en un vil clientelaje. Esta muerte debe dar paso a los valores de la tradicionalidad, en ello: el deber, el mérito y la solidaridad. Axiología fundamental que ha salvado a muchas naciones, a muchos pueblos y a muchos Estados, de procesos de decadencia generalizada. Y eso es porque al final hay valores que cambian, sí, pero hay otros que deben adaptarse, como hay otros que no deben cambiar nunca, porque son piedra angular del edificio de la humanidad, de su miseria o de su grandeza, de su tragedia o de su gloria.
4. Principio ético nacionalista: la moral es la regla de conducta, y expresada en el terreno del nacionalismo, se torna en moral nacionalista. Siendo ejemplos de normas morales nacionalistas: el amor a la patria, la valoración de los héroes nacionales y de los símbolos patrios, así como mantener relaciones de concordia entre connacionales. Sin revolución moral no puede haber renacimiento nacional alguno.
5. Principio estético patriótico: la política auténtica y al servicio del pueblo no solo es ética, sino también estética, porque a través de la estética política se expresa simbólicamente todo lo que representa un ideal político verdadero, pregnante de poder de cambio real y sincero. Si la estética no representa nada, o los ideales no valen nada o son parte de la pareidolia, la falsa concepción de la realidad que solo es funcional e instrumental a visiones decadentes de la política, serviciales a la corrupción y al latrocinio del Estado. Observad a los partidos políticos de hoy, y en su pobreza de símbolos veréis la expresión corpórea de su futilidad para el renacimiento nacional.

Atte. Secretaría de Doctrina y Programa Político
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