La Ideología debe estar al servicio del Interés Nacional para ser conciencia verdadera de la realidad social, política y económica que pretende mejorar
- Secretaría de Doctrina JNP
- 14 jul
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Actualizado: 3 ago

«Y es que la característica del genio es precisamente esa: la de ser leal al destino de su patria y no a sus afirmaciones políticas. Por encima de lo que hoy llamamos pomposamente ideologías, existe una forma suprema de entender la consecuencia en la línea: ella es la de identificarse siempre con las aspiraciones profundas de un país y la de luchar con empeño por labrar su grandeza» —Raúl Ferrero Rebagliati. Vocación y destino del Perú.
Nota JNP.- Sobre la ideología [en general], hay dos formas de manifestación de esta en el terreno gnoseológico: [i] la ideología como conciencia falsa, y [ii] la ideología como conciencia verdadera. La segunda trata de aportar fielmente a mejorar la realidad que viene a representar y que por ello siendo [la ideología] un sistema de juicios de valor y declaraciones de objetivos (Bunge, 2013), utilizará diversidad de herramientas metodológicas [filosóficas, científicas, etc] para la mejor estructuración de ese sistema, siendo por ello que es de naturaleza crítico-dinámica y busca actualizarse constantemente sin perder por ello su núcleo principal de ideas que la conforman, en aras de evitar quedar desfasada o caduca. Mientras que la ideología como conciencia falsa [y aún apoyándose en metodologías objetivas o no apoyándose en ninguna en absoluto], tiende a deformar la realidad para adecuarla a sus principios, siendo este el sentido peyorativo de ideología que todos conocemos, la ideología cuyo sesgo acrítico-estático no le permite ver otra realidad que la que esta misma construye para autovalidar sus presupuestos, cayendo tarde o temprano en una visión alterada de la realidad que no se condice con el estado actual de la misma, generando fallos en las decisiones, y finalmente, la perdida de validez de todo el sistema ideológico.
En lo que respecta a las ideologías sociopolíticas [en lo particular], cuando se manifiestan como conciencia verdadera, sirven por ello a su propósito de cuestionar un poder establecido [que no encausa la voluntad popular o que empaña la realidad política de las cosas] contribuyendo con su crítica [y sus propuestas] a la mejora del sistema político, asimismo, son la expresión de una identidad política coherente, y por ello su función social reside en dar un direccionamiento, una línea de acción a las políticas de Estado, sin las cuáles no puede haber una visión de Estado y de Nación. Los procesos de desideologización auguran por ello, necesariamente, el reemplazo por otra ideología mas servil y funcional a intereses exógenos a la nación. En ese sentido, la creencia de que la ideología es una tara a superar en lo político, confunde ideología falsa con verdadera, y contribuye a los procesos de desideologización que terminan por facilitar un mejor control en la población bajo el ropaje de lo "apolítico", de la no intervención del pueblo en la política, con la subsecuente falta de renovación de cuadros que degenera en mafias enquistadas en el poder.
Finalmente, cuando las ideologías sociopolíticas se manifiestan como conciencia falsa de la realidad, se expresan como conjunto de ideas que enmascara la voluntad de poder de un grupo, clase o sector (Buela, 2004:83), no para la mejora de la realidad que vienen a representar sino para la legitimación de relaciones de poder [que buscan perpetuar en el tiempo y] en único beneficio de una casta política que viene a servirse del poder para la realización de aspiraciones personales y no de exigencias nacionales o al menos de las que se homologuen con las de beneficio del sector al que representan para fines de necesaria fidelización política.
Finalmente, por todo lo expuesto, se entiende que ideologías en un inicio verdaderas pueden tornarse en falsas con el paso del tiempo y acorde a su praxis [y viceversa], siendo que lo que toda ideología sociopolítica debe evitar, es degenerar en una conciencia falsa de su realidad. Ejemplos de esto, los tenemos a raudales en la historia de las ideas políticas. Tal es el caso del liberalismo y el socialismo clásicos, que perdieron validez en la Caída Bursátil de Nueva York de 1929, y en la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, respectivamente. Dando paso a reformulaciones [neoliberalismo –en un inicio abrazado como formula de salvación, y que ahora no pocos ven ya en decadencia en todo el continente Americano–] y variantes mixtas [socialismo de mercado –en pleno auge socioeconómico y tecnológico en China y Vietnam–] al día de hoy. En el caso de los remanentes de la época de los fascismos, la única actualización vigente en teoría y práctica política, es la del nacionalsindicalismo español.

Atte. Secretaría de Doctrina y Programa Político
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